La Caza en NIEBLA es una manifestación tan remota como la misma humanidad


La caza en Niebla es una manifestación tan remota como la misma humanidad,porque en el ejercicio venatorio iba implícita la supervivencia física de sus primeros moradores. En aquella antigua realidad nuestros antepasados tenían la caza como un medio para conseguir alimentos, abrigos, herramientas y otros elementos necesarios para sobrevivir. Actualmente el ejercicio cinegético queda encuadrado como una actividad deportiva o de ocio, aunque existe un cúmulo de significados históricos y tradicionales emanados del encuentro entre cazadores y la pieza. No obstante, el afán dominador de los humanos puede que justifique, ya en el siglo XXI, que la caza sigua siendo un motivo de apasionamiento esculpido en el código genético de la fracción conquistadora que todo Iliplense conlleva. Y el Condado de Niebla ha demostrado al mundo que sabe de conquistas.

Ya en la baja edad media, la caza constituye una renta de aprovechamiento pertenecientes a la jurisdicción del señor, del rey o del consejo. Sobre la importancia de la misma en dicha época y en los predios de Ilipa deja constancia Alfonso XI en el Libro de montería, donde describe como el territorio de Niebla dispone buenos montes para puercos (jabalíes) en invierno y señala la presencia de osos “en tiempo de los panes et de las uvas”.

La actual Sociedad Deportiva de Cazadores de Niebla, con una existencia próxima a cumplir el medio siglo, ha sabido beber en la fuente de la lengua latina del verbo cazar (venari), entendiéndolo como sinónimo de búsqueda intelectual, de la investigación aplicada y de la integración en la naturaleza.

No obstante, su deambular no ha estado exento de luces y sombras, y de todo ello mucho nos podrían contar una serie de ejemplares iliplenses, que nos han venido distinguiendo con su amistad y confianza, y que son los que en su día ejercieron de Presidente de la misma: Silverio Nieves, Antonio Domínguez, José Palacios, Antonio Barba, Antonio Gallego, y Walabonso Palacios. A todos ellos, con el permiso de la Dirección de esta Publicación, les entrego la antorcha en el relevo de estas páginas para que en números sucesivos nos deleiten con sus relatos en esta Revista de probada garra literaria.

Espero que se entienda con corrección pero no puedo dejar en el tintero del caso que nos ocupa lo que pienso de un joven, que supo cortar de un tajo a la serpiente generada por aquella historia “marcha verde” acaecida en la época en que se daba la mano las décadas de los setenta y los ochenta, y además no dudó en quedarse con la cabeza de “la bicha” como símbolo de futuro. Sin ser cazador de piezas ni de reses, tenía un especial olfato para trabajar cualquier tipo de rastro. Ya fuera de carácter social, cultural, político deportivo o de otra índole cualquiera. Así pues aquel joven, Eduardo González Moreno, en su condición de Alcalde Presidente del Ayuntamiento, a la razón Titular de los acotados municipios, quiso que el hecho venatorio se realizara siempre “desde, con y para” todos los aficionados de Niebla.

Todo lo cual provocó una respuesta sobre la consistencia de la caza en la Ciudad de las Murallas y con independencia de los avatares propiciados por el medio natural, las circunstancias agro- climáticas y la propia gestión de as distintas Directivas, se empezó a palpar la tensión venatoria en las vísperas de las cacerías, que alcanzaba la cresta de la ola en los dilatados amaneceres de las jornadas cinegética. Precisamente los típicos lugares de encuentro previo a las cacerías en esta Ciudad constituyen uno de los casos reductos que van quedando en el mundo de la caza en lo que todavía se puede llevar a cabo un riguroso estudio sobre antropología del cazador.

Al mismo tiempo hemos observado como se van trasmitiendo la energía y el saber generacionalmente, viéndose cimentado una escuela de formación : la saga de los Palacios, el familión de los Vivas, la estipe realera del Ronquito… sólo por citar a algunos de muchos. Además hemos sentido felicitariamente la presencia de lamujer en la agreste serranía. También se ha homologado trofeos medallables que dan denominación de origen a Niebla en los catálogos del Consejo Internacional de la Caza.Y se remata la temporada bañando la cotidianidad en la freca alegría de una Noche de Hermandad.

No soy ningún iconoclasta ingenuo del pasado, pero en mis expediciones por las altas montañas o la gran altitud siempre he hallado de Niebla la bandera de la amistad y el pendón de su Ciudad, habiendo tenido el honor de ondearlo en el Himalaya, el Alto Altai de Mongolia, las Montañas Rocosas, el Pirineo, los Alpes, Alaska y otros balcones del techo del mundo. Allí, preso de la soledad, he recordado con emoción la enjudia de la buena gente de Niebla, muy especialmente de los que ya despegaron de las terrenales nimiedades hacia las grandes praderas de las eternas cacerías en su infinitas y celestes manchas monteras del más allá, y me he sentido siempre protegido por la imagen de una Virgen que encontró junto a un Pino un Cazador, allá por el año 1480, en la inmediaciones de los márgenes del arroyo de Lavapies.

Lucas Llanes Borrero

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